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putoSurf

Mi otra primera vez

Texto de aKuAlandia

Este sábado le conocí. Vino a mi encuentro con los colores encendidos por el rubor. El escenario, el parking de la Triangu, el primer contacto, la primera sonrisa al ver el tono de su piel dorado por el sol, con matices rojos y mirada pícara.

A primera vista no era demasiado alto, quizá un poco bajo para mí, pero estaba equilibrado y tenía buena envergadura. Recelosa, me hacía de rogar y pensaba que me vendría mejor alguien con más altura. Aún así pensé en arriesgarme a probar algo diferente, muy diferente a la idea que tenía de alguien con quien disfrutar. Yo tenía pareja, había ido acompañada, pero me propuso un cambio y pensé que era el momento de probar sensaciones nuevas, un tacto nuevo de otra piel suave y brillante. Me atreví y lo hice... nunca me arrepentiré de haber probado su sabor. Me propuso darnos un baño en la playa. En la salvaje la gente tomaba el sol sin percatarse de que mi corazón bombeaba en mi caja torácica como si fuera a salirse cada vez que le tomaba de la mano, mis labios se humedecían jugosos esperando su boca, mis ojos le buscaban entre las dunas de arena y las espumas. En la orilla le agarré fuertemente para no perder su contacto en ningún momento, no sabía cuánto tiempo iba a durar esa sensación deliciosa de tenerle sólo para mí. En realidad pertenecía a otra persona y yo era sólo un momento de locura, lleno de vértigo y agresividad cada vez que nuestros cuerpos se rozaban ardiendo sobre la arena. Al entrar al agua mi vello se erizó en mis brazos, mi nuca, mi espalda... todo mi ser estalló cuando me cogió en sus brazos acunándome en las espesas olas, tan llenas de energía que parecían querer explosionar al contacto de nuestro cuerpo. Notaba como si sólo existiera ese momento dentro de ese mar, esa velocidad del pulso, esa sensación de sentirme a salvo, segura y decidida, feliz y enamorada. El deslizamiento perfecto, su equilibrio y mi destreza hicieron que aquel momento en las dunas acuáticas fuera memorable. Duró poco, pero el universo concentró el tiempo en su seno para mí, y los momentos que pasé agarrada a su cuerpo y compartiendo mi mar permanecerán dentro de mí para siempre. Salimos del agua arrastrados por una espuma juguetona, nos despedimos como dos enamorados y volvimos a ser unos desconocidos en la inmensidad de arena bajo los acantilados solitarios. Nos besamos con la mirada y le dejé partir. Miré su espalda soleada durante unos minutos mientras se alejaba. El surfista se alejó con la 6.1 que me había pertenecido durante ese trozo de eternidad.

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